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domingo, 12 de abril de 2009

En la historia de Colombia ha sido frecuente, como consecuencia del uso repetido y sistemático de la violencia como instrumento político por parte de distintos actores, la promulgación de amnistías y perdones generalizados a los victimarios y la ausencia de preocupación por las víctimas. Colombia es un pais sin etica y sin moral y es una triste realidad. EL 10% de la población del pais se encuentra en un desplazamiento que evidencian el conflicto armado que desangra nuestra nacion hace mas de 80 años; nuestra relacion con el desplazado esta dada en terminos de quien mira a traves de una ventana y quien debe utilizar un anden y cartones como “hogar” junto con su famlia compuesta por madres, hijos y demas desafortunados. Nuestra conciencia colectiva ni se inquieta por tener a mas de 30.000 niños y niñas huerfanos de la violencia y estos son solo los hurfanos por desapaciones forzadas de sus padres. Tampoco se inquieto con el exterminio de mas de 5.000 militantes de la union patriotica, trabajadores, abogados, sindicalistas, estudiantes, amas de casa, campesinos en ultimas victimas de aquel partido politico exterminado. Nuestra conciencia, la misma que nace en los medios de comunicación privados y que es dirigida por los sectores economicos muestra a las victimas como opositores politicos, siendo esta la mas sucia de las estrategias utilizada por el estado colombiano para desconcoer su responsabilidad ante tal desastre humanitario. ¿Acaso la muerte, la tortura, las violaciones, el irrespeto a la dignidad humana tiene algo que ver con el accionar politico?

La reconciliacion es un acto de confianza en donde deben confluir todas las partes de la sociedad, las victimas, los victimarios, el estado y la sociedad civil en general. El estado colombiano y todos los estados del mundo son los responsables de salvaguardar los derechos de sus ciudadanos, este deber el estado colombiano lo desconoce pues evade sus responsabilidades; se muestra antes sus victimas como un estado solidario que las acompaña pero sin compromisos con ellas, dejando a un lado sus responsabilidades por accion u omision en la generacion de nuevas victimas. Ni que el 12% de las victimas sean discapacitados (por minas antipersona, material de guerra en zonas rurales y demas) o que el 83% de las victimas no tiene una atencion psicosocial no despierta la concienia del pais, tampoco que el 70% de las victimas del pais son mujeres dejando a colombia como un pais de viudas.

El proyecto de ley para las victimas que se vota en el senado de la republica en este momento no es mas que una cobija de retasos (comentario desafortunado para quienes durmen en las calles colombianas con cobijas de carton) pues muchas de las herramientas para la atencion integral de las victimas han sido limitadas o eliminadas por parte de la bancada de gobierno pues temen que con el accionar la ley desnude realidad de las victimas. Muy dificil que un congreso con 75 senadores investigados por parapolitica, otro tanto en la carcel y demas en investigacion se preocupe por las mujeres, los idigenas, los negros, los niños, las niñas, lo campesinos por las “minorias” que en colombia son mayorias. En su afan de escabullirse de la palestra publica los “padres de la patria” prefieren dudar del principio de buena fe que cubre a las victimas. Igualmente incomoda hablar de delitos sexuales durante el conflicto armado o de que las abuelas deban pedir limosnas en las calles de nuestras ciudades para “sacar adelante” sus nietos hurfanos.

Ahora nos encontramos con lo impensable, la discriminacion de las victimas por parte del estado. Muchos sectores de la sociedad se relacionan con las victimas en los peores terminos pues se les ve como desastibilizadores de la “politica de seguridad democratica” llegando al caso de ser marginados dentro de la sociedad tan solo por provenir de una region en conflicto.

Asi como en europa los crimenes de odio son penalizados en colombia debemos recuperar la conciencia, la etica y la moral. Los falsos positivos son una muestra para el gobierno nacional de que la salida militar trae consigo el deterioro de los derechos humanos en el pais. ¿Cómo realizar un proceso de reconciliacion nacional durante un conflicto armando? ¿Cómo detener la guerra si no reparamos las victimas del mismo? ¿Quién habla por los niños huerfanos del conflicto armado colombiano? Tal vez todos los colombianos debemos despertar a ese llamado.

La minga indigena que recorre colombia es un buen ejemplo de esto; 40.000 personas de diferentes partes del pais y etnias conviven de una manera pacifica y solidaria. Las comunidades indigenas controlan sus territorios por medio del respeto a sus lideres, a sus tradiciones y a su milenaria cultura; sin utilizar armas ejercen control de su territorio pues su guardia indigena no cuenta con mas que un baston de mando en madera y con la profunda conviccion de que el dialogo el respeto a las diferencias y a la vida son mas que suficientes para hacer respetar la dignidad de un pueblo.

En la sociedad del conocimiento desconocemos nuestras victimas, debemos despertar ante tan devastador panorama y apropiarnos del que hacer ante las victimas. Todos y todas somos responsables de tan trsite realidad, debemos pues comenzar a reconstruirnos como sociedad desde la restitucion de los derechos a las victimas y buscar la verdad de lo sucedido, pues la verdadera reparacion integral va mucho mas alla de un indemizacion economica por parte del estado, el cual debe pasar de buscar justificaciones ha hacer lo justo.

COLECTIVO DE MEDIOS INDEPENDIENTES PRAXIS COLOMBIA






ÉTICA Y MORAL DE LA GUERRA
por: Praxis colombia


La guerra es una contradicción, desde su inicio, desde sus causas mismas, hasta lo mas operativo de esta. El tratar de “justificar” lo injustificable como la guerra es un absurdo.

Moral y éticamente los conflictos armados no favorecen a nadie; esto no quiere decir que las guerras sean buenas o malas…Sus consecuencias los son y elevar un juicio moral acerca de esto es caminar en arenas movedizas, lo que si es moral y éticamente incorrecto son las causas que originan la mayoría de las guerras (hambre, desigualdad social, invasiones, exterminios étnicos, pobreza…) Todo aquello que no debería existir en nuestra actual sociedad o si no, cual es pues el sentido de pertenecer a la misma?

Las situaciones fuertes son las que marcan el contenido moral de las personas, instituciones y colectivos. Las buenas palabras del discurso cotidiano apenas exigen compromiso porque las responsabilidades se diluyen al asumir que en la mano de nadie está cambiar el mundo; así, todos coinciden en que su forma de hacer favorece la justicia y la solidaridad. Una de estas situaciones extremas es la guerra, el mayor atentado a la convivencia e índice máximo del la pasión por el poder. Ante esta situación la ética y la moral adquieren una gran relevancia al juzgar en conciencia la legitimidad de la violación del más elemental de los derechos: la vida.

Podría parecer que la ética y la moral deberían correr parejas en el juicio interno y externo del acto de guerra, pero la degradación de los principios morales está conduciendo a confundir la moral humana con la norma positiva, la legitimidad con la legalidad, el derecho natural con el interés de quienes imponen la ley del poder sobre la sociedad, los mismo que en ultima crean y modifican la ética que regirá en dicha sociedad. La moral, de esta manera, lejos de sustentarse sobre los legendarios decálogos que constituyeron sus referencias más profundas, hoy se pretende adaptarlas como un utilitarismo práctico que justifique la dinámica interna de la propia ideología.

En su estructura más profunda toda moral se identifica con la esencia de la ética que exige en conciencia a la persona humana obrar el bien y evitar el mal. Es el caso - muy común en la sociedad colombiana - en donde (“el fin justifica los medios”, “Papaya puesta, papaya partida”, “El vivo vive del bobo”…) son parte de nuestro ethos cultural e inclusive parte de nuestro conocimiento popular como equivocadas directrices para el actuar día a día.

La defensa de la vida individual o de un colectivo ante una amenaza real es una consecuencia del derecho natural que ampara a toda persona a conservar su vida. Sobre la base de este principio se ha construido el concepto de guerra justa, que puede ser aceptado sobre el fundamento moral de la legítima defensa, lo que exige: que el peligro sea verídico, que provenga de una acción previa promovida por un sujeto exterior, que el recurso a la violencia no pueda ser evitado por otro medio y que los medios de defensa sean proporcionados a la neutralización del peligro exterior sin excederse en el daño causado al provocador.

Con todos estos requisitos que exige la auténtica moral puede fácilmente deducirse como nunca puede ampararse la iniciativa de la acción bélica, porque únicamente la defensa es tal cuando actúa para repeler un ataque realmente existente.

Es algo evidente que no es la conciencia del hombre la que determina su entorno social, sino, por el contrario, es la sociedad y su entorno la que determina la conciencia del hombre y es esta conciencia la que debe guiar la moral y ética del hombre. El pensar en una sociedad sin guerras es una utopía con las actuales condiciones sociales, no se acaba la pobreza eliminando los pobres ni las guerras volviéndolas mas “humanas” o guerras mas “éticas” .

Una sociedad mas justa social, económica y políticamente hablando; una mayor conciencia del papel del hombre dentro del esquema natural y la formación de hombres nuevos con una elevada moral y una ética acorde a una sociedad del conocimiento son la mejor defensa para evitar las guerras.


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