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sábado, 26 de junio de 2010

Crimen de Estado
La corte ordenó que se investigue si en las fuerzas armadas se  fraguó un plan para matar a cepeda
La corte ordenó que se investigue si en las fuerzas armadas se fraguó un plan para matar a cepeda

DERECHOS HUMANOS

La condena por la muerte del senador Manuel Cepeda es un antecedente que muestra lo que puede pasar en la Corte Interamericana de Derechos Humanos con el caso de 1.500 miembros de la UP asesinados.


Que a un senador de la República lo mate la mafia, un grupo criminal o la guerrilla no sería raro, pues justamente lo que buscan estas organizaciones es desestabilizar la democracia. Pero que el Estado mismo participe en el asesinato de uno de sus integrantes es espeluznante. Por eso ha causado revuelo la sentencia que acaba de proferir la Corte Interamericana de Derechos Humanos para condenar al Estado por la muerte del senador de la Unión Patriótica Manuel Cepeda, ocurrida el 9 de agosto de 1994.
Cepeda sabía que lo iban a matar. Había denunciado en 1993 que los militares fraguaban un plan llamado Golpe de gracia, para asesinarlo a él y a otros dirigentes comunistas. Pero mientras el gobierno del momento consideró "inverosímil" esta denuncia, un sicario le dio la razón el 9 de agosto de 1994, cuando murió acribillado camino al Congreso.

Lo que dijo la Corte la semana pasada es, ni más ni menos, que el de Cepeda fue un crimen de Estado. "En el contexto en que fue perpetrado y por haber sido cometido por miembros del Ejército, es decir, desde el Estado mismo, y en conjunto con miembros de grupos paramilitares, la ejecución del senador Cepeda Vargas requirió una compleja organización, lo que se ha expresado también en la dificultad para develar a la totalidad de sus perpetradores, tanto intelectuales como materiales", dice la sentencia en uno de los apartados.

Aunque el Estado colombiano reconoció ante el tribunal internacional su responsabilidad en la muerte del senador, no reconoce que existiera un plan para exterminar a miembros de la UP, y por eso mismo la Corte ordena a la justicia colombiana que investigue este punto.

En el caso de Cepeda, como en muchos otros, solo se llegó a los autores materiales y se desistió de investigar a oficiales de alto rango. No obstante, el proceso de Justicia y Paz ha arrojado datos escabrosos que señalan con claridad no solo que Carlos Castaño ordenó el crimen, sino que contó con información directa de los militares. Algunos paramilitares señalan que el hoy detenido ex director del DAS José Miguel Narváez habría entregado información para cometer el crimen. Muchos ex miembros de las AUC, como 'el Alemán', han dicho que cuando este iba a sus campamentos les decía que los comunistas eran enemigos y era lícito matarlos.

Además de la indemnización económica a la que tiene derecho la familia, que se tasó en 330.000 dólares, la Corte obliga a resarcir el buen nombre del senador y a pedir perdón por este crimen, incluso en el propio recinto del Congreso.

Esta reivindicación de su nombre es importante porque al defenderse ante la Corte, el gobierno argumentó que en la época del crimen Cepeda defendía la combinación de las formas de lucha, incluida la armada, y que como dirigente comunista mantenía vínculos con las Farc. La Corte deja claro que el Estado debió actuar como facilitador para enjuiciar a Cepeda, si es que había lugar a ello.

Quizá lo más trascendental será la orden de la Corte de indagar si había un plan de exterminio, si este se fraguó en los cuarteles militares y por orden de quién. Qué tanto sabía el gobierno y qué tanta indolencia y complicidad hubo de los organismos de seguridad. Por eso esta sentencia puede leerse también como un anticipo de lo que será el caso más grave y costoso que hay contra Colombia en la Corte Interamericana y que aún no se ha fallado: el de los asesinatos de más de 1.500 miembros de la UP, pues los denunciantes alegan que hubo un patrón sistemático de muertes diseñado desde el Estado.

El fallo demuestra también que mientras haya justicia internacional, el país tendrá que afrontar la verdad sobre la guerra sucia que ha vivido. Un proceso irreversible y doloroso, pero necesario para pasar la página de la violencia política.




¡Qué horror!
Para los investigadores, esta nueva oleada de descuartizamientos  en estos meses da cuenta de un perfil sicológico de los victimarios más  violento que el conocido hasta ahora porel país.  “La violencia es como  un deporte para ellos, es algo que les genera satisfacción”, dicen  impresionados.
Para los investigadores, esta nueva oleada de descuartizamientos en estos meses da cuenta de un perfil sicológico de los victimarios más violento que el conocido hasta ahora porel país. “La violencia es como un deporte para ellos, es algo que les genera satisfacción”, dicen impresionados.

VIOLENCIA

Investigadores que creían haber visto lo peor de la violencia en el país están aterrados ahora con los nuevos descuartizadores: son muchachos de ciudad que no habían estado en la guerra. Sus diálogos son espeluznantes.
Domingo 27 Junio 2010

Treinta de enero de 2010. Un grupo de sicarios habla por teléfono de su más reciente "vuelta": el asesinato de una persona en Montería. En una llamada interceptada por el Cuerpo Técnico de Investigaciones de la Fiscalía, alias 'Toto' y 'el Flaco' le cuentan a alias 'Jimmy', como si fuera un juego, el escabroso crimen que acaban de cometer:

Toto: Estábamos jugando... a pico y pala...

Jimmy: ¿Hicieron algo?

Toto: De eso que usted hace y le gusta mucho... apenas nos estamos cambiando.

Jimmy: ¿Y quiénes boliaron ahí?

Toto: Usted viera al Flaquito...

Jimmy: ¿Y 'Caliche' qué? ¿Buen boliador?

Toto: Esa gonorrea fue el que empezó...

Jimmy: Páseme a la Flaca.

Flaco: Hola, perra.

Jimmy: Hola, descuartizadora (Jimmy y el Flaco se ríen). Hola, carnicera. Me guarda un pedacito de ñervo.

Flaco: ¿Frito o sudao?

Los que hablan pertenecen a la banda Los Urabeños, uno de los nuevos carteles que se están peleando el poder del narcotráfico en el país y que tiene una guerra casada con Los Paisas. Las dos bandas son derivaciones de los imperios criminales de dos ex jefes paramilitares hoy detenidos: los primeros de 'Don Mario', Daniel Rendón Herrera, y los segundos de 'Don Berna', Diego Murillo Bejarano.

Los investigadores que hacen seguimientos a Los Urabeños quedaron impactados con la sevicia del diálogo. "Es como si se sintieran sublimados con lo que hacían", dice uno de los detectives que creía haber visto lo peor de la barbarie con la violencia paramilitar de los años 90 y principios de este siglo.

Pocos días después, una nueva conversación interceptada al mismo grupo terminó de aterrarlos. Fue hace apenas cuatro meses. Mientras espera que del otro lado de la línea le contesten, alias 'el Soldado' comenta: "Pegué el dedo de una: tres en serie en una noche". Según los investigadores, había cometido un crimen múltiple. Luego habla con alias 'Chumilo'. Primero le pregunta si se quedaron con el dinero y el celular de uno de los muertos, y después le inquiere por otra de las víctimas:

Soldado: Y le quitaron la ropita a la peladita esa...

Chumilo: Tocaba, eso pa' desarmarla tocaba...

Soldado: ¿Y qué, cómo era?

Chumilo: Normal, estaba buena.

Soldado: ¿Sí?

Chumilo: Sí, eso pa' desarmarla tocaba empelotarla.

Soldado: Y qué, gonorrea... ¿no le hicieron males?

(Escuche acá el audio completo)

Los investigadores luego identificaron a las tres víctimas de esta masacre: un oficial retirado del Ejército, su madre y su novia. Estos se sumaron al caso de un mototaxista, que al parecer es el mencionado en la primera grabación, y al de un taxista cuyo cuerpo fue encontrado después. Todos los crímenes sucedieron en Montería, las autoridades los atribuyen al mismo grupo y no descartan que sean más las personas asesinadas y descuartizadas.

Gracias a sofisticadas técnicas forenses y al uso de perros adiestrados, los cuerpos del ex oficial y su familia y el del mototaxista fueron encontrados en la finca Villa Elena, a menos de diez minutos de Montería por la vía principal que conduce a Arboletes. El otro fue enterrado en otra hacienda. Todos los cuerpos se hallaron a poca profundidad. Sobre el tronco de la víctima ponían su cabeza y sus extremidades, luego la ropa y encima la siguiente víctima en las misma condiciones. El móvil de los crímenes aún no es claro.

Las autoridades ya sabían de la pelea a muerte entre Los Urabeños y Los Paisas por el control del negocio del narcotráfico en Córdoba. También conocían que cada grupo reclutó al menos a 200 personas. Pero desconocían el tamaño de la degradación con que vienen operando.

De acuerdo con sicólogos forenses, cuando se descuartiza a una víctima y se dejan esparcidas las partes de su cuerpo lo que se quiere es enviar un mensaje a su enemigo. Cuando se desmiembra a una persona viva y se hace en público, lo que se quiere es llenar de terror a la gente. Pero no parece ser este el caso. Tampoco se trata de dispersar las partes de un cuerpo para que sea difícil identificarlo o para poder movilizarlo con mayor facilidad cuando el crimen ocurre en una ciudad, pues todos los miembros son enterrados en un mismo lugar, y tanto el crimen como el entierro sucedieron en zonas rurales.

En estos casos, la desmembración se dio luego de un tiro de gracia. Después fueron cortados con machete; en unos casos, por la forma de los cortes se evidencia su poca práctica. Según especialistas, esto se hace por algún tipo de "satisfacción muy íntima y personal del victimario", como explicó el especialista Javier Rojas al Meridiano de Córdoba, que dio a conocer la noticia de los nuevos descuartizamientos. "Puede ser como una firma de comportamiento grupal", dice. Incluso a los investigadores les llamó la atención la forma cuidadosa como organizaron los cuerpos dentro de la fosa.

Una nueva conversación permitió al CTI avanzar en la captura de los asesinos. Uno de ellos, alias 'Caliche', en un aterrador acto de arrepentimiento llamó a su madre. En un aparte le dice:

Caliche: Otra cosa, cuchita. ¿Sabe qué, más bien? Que pa' toda la gente que hagan que yo estoy muerto.

Madre: ¿Por qué? ¿Qué pasó?

Caliche: No, tiene que ayudarme, en estos días me tocó hacer unas cosas que… Yo sé que usted me ha dicho que no le comente nada de lo que yo hago... Lo que hice ese día ahí fue una vuelta ahí que uno nunca olvida eso... Sabe qué, madrecita, me tocó picar a un man, a la mamá y a la hermanita...

Madre: Huyy… por Dios bendito.

Caliche: Se lo juro, cucha. Y sabe qué, madrecita. Me siento mal, me siento arrepentido.

Madre: Mijo, pero si no lo hacía usted, se lo hacían a usted…

Caliche: Y es el momentico, viejita, que sabe qué, cucha, me siento raro...

Madre: No pues, rece, mijo. Es algo que le tocó a usted, mijo.

Caliche: Ese día yo nada más veía eso y en la mente mía pensaba era en usted y en la niña. Pero sabe qué, cucha. Se lo digo de corazón: al man no, nada, normal. Al man le di sin mente. Pero a la mamá y a la hermanita… remordimiento nada más, porque mi mamá y mi hermanita… yo pienso es eso y no quiero que nada de eso les pase a ustedes…

Luego la madre le recomienda que lo mejor es que "haga sus cosas lejos, donde nadie lo conozca... y no se meta en problemas...", y concluye mencionando otro crimen:

Caliche: En estos días Jimmy se ganó diez palos y le llevó cinco palos a la cucha de una.

Madre: ¿Y en qué se los ganó?

Caliche: Usted sabe… haciendo lo mismo de uno. Yo no me conformo con eso, sino que más.

Madre: De pronto mi Diosito a usted lo tiene pa' más, no sé…

Caliche: Dios quiera que sí. Bueno, pues, madrecita, mis bendiciones.

Madre: Que mi Dios lo bendiga. Que las ánimas benditas lo protejan de todo mal y peligro.

(Escuche acá el audio completo)

En esta conversación, según los investigadores, se refieren al asesinato de un piloto acribillado en el norte de Bogotá. Esa misma banda estaría vinculada además con la muerte de un comerciante, ultimado en esa zona de la ciudad. Los investigadores le siguieron el hilo a esta pista y encontraron que se había dado la orden de asesinar al menos a diez personas más en la capital y a otras cinco en Córdoba. Pero esos planes se desbarataron cuando el CTI capturó a 21 personas relacionadas con los macabros hechos. Uno de ellos ya reconoció un homicidio.

La sorpresa de los investigadores fue mayúscula cuando se dieron cuenta de que los descuartizadores son personas menores de 25 años y que no han sido paramilitares, lo cual hubiera ayudado a explicar el origen de su comportamiento sangriento. Además, son jóvenes de ciudad, principalmente de comunas de Medellín, que no han tenido contacto con implementos de campo como los usados en los desmembramientos, lo que normalmente "no los hacía competentes" para esto, según los investigadores.

Lo sucedido con este grupo, más que ser otro episodio de una violencia que se resiste a terminar, genera mucha preocupación entre las autoridades que ya se consideraban curtidas en estas lides. "La violencia es como un deporte para ellos, es algo que les genera satisfacción. No tienen ni Dios ni ley", dice uno de los investigadores, que al analizar la sicología de los victimarios se pregunta si lo sucedido no es una macabra radiografía de una nueva clase de violencia que podría estar enfrentando el país, en un momento en que ni siquiera ha hecho catarsis de la barbarie de la guerrilla y de los paramilitares.


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